Aunque su traducción literal en español sea “contar días”, el Xook K’iin maya no es necesariamente un método, ni un manual de metodología, sino una cultura observable, experimentable o vivencial –o parte de ella–, toda vez que es un acontecer de cada día, de cada noche, de cada tarde o de cada mañana en un tejido armonioso con la naturaleza. Es como una casa donde cada una/o de sus habitantes responde a los estímulos naturales que surgen del mismo tejido indivisible que forma la vida. Los rostros, colores, sonidos, tamaños, formas, estados, tiempos, distancias y movimientos que suceden en esta casa o territorio maya conforman la armonía de un texto o escritura a la que damos lectura entre mujeres, niños, varones, animales, pájaros, nubes, plantas, tierra, agua, rocas, cuevas, insectos, flores y todas/os los habitantes de esta casa grande alimentada por el tiempo, por el iik’ o viento y los Yuumtsil. Este modo de vivir o entender la cultura maya es esencialmente una lectura que hacen las/os campesinas/os de los sucesos de su casa, conformada por el territorio en el que viven, para formar parte de las/os demás creadores de la vida. El niño y la niña aprenden a leer los tiempos, el frío y el calor, los caminos y las veredas, la lluvia y la sequía, entre otros textos que las/os abuelas/os dejaron a sus padres. Estos se encargan de descodificar en ellos las mejores condiciones para la siembra y la cosecha, para la protección de la milpa y el mejor momento de la caza. El secreto para ser un buen lector o lectora de esta escritura es estar en contacto con ella, como sucede con niñas y niños desde el vientre materno. 

La epistemología que surge de una experiencia tejida con el pensamiento de las/os abuelas/os se convierte en una forma específica de entender la realidad a través del entorno constituido por la selva, la tierra, el agua, la milpa y la miel, entre otras piezas fundamentales de la existencia, para vivir un mundo en el que la comunidad maya consolida una identidad que fue rota desde la conquista y la colonización. La resistencia como opción decidida por la vida rearma el tejido al aferrarse a la milpa, donde se fortalece el lazo familiar con los Yuumtsil. En la casa maya, que también llamamos territorio peninsular, los sonidos y las imágenes que brotan del regazo de la madre tierra son percibidos por las/os niñas/os y las mujeres, aunque principalmente por las personas mayores de la comunidad, como mensajes, convocatorias, advertencias, denuncias, profecías, plegarias, noticias, voces y rostros de los Yuumtsil. Esta relación no se da automáticamente en las personas, aunque formen parte de la población, sino que se debe a un proceso de convivencia, de escucha atenta, de observación permanente, de roces con las/os habitantes de la casa grande que se inicia desde que la madre comienza a descifrar a la criatura en su vientre la clave hermenéutica de una epistemología onomatopéyica que forma el corazón maya, es decir, su identidad como granero de lenguaje. 

Haizel de la Cruz: "Hojas del Territorio"

El Xook K’iin no es un saber congelado, fijo, lineal, ni menos romántico. Por el contrario, es un saber dialéctico, ya que los Yuumtsil le ponen, cambian o combinan los colores a los paisajes, las imágenes, las aguas y el cielo. Lo mismo hacen con los sonidos, realizando ciertos tipos de arreglos a las armonías con bemoles y sostenidos con sus respectivos tiempos, como los buenos músicos que son. Nuestra tarea como hombres y mujeres de la milpa es encontrar las líneas y las curvas de las imágenes y paisajes, permitiendo asimismo que la sensibilidad pueda dar lectura a la partitura que nos indica los tiempos y las mejores condiciones para la organización familiar y comunitaria, las fiestas, la espiritualidad y la buena salud. Aunque el Xook K’iin abarca toda la vida de la comunidad dentro del tiempo y del espacio, es eminentemente agrícola. Es un conocimiento que se materializa en la implementación de la milpa, desde el momento en que se planean los preparativos de un espacio en el monte para la siembra, puesto que todas/os las/os habitantes de la casa, es decir del territorio, reciben el impacto (“suerte” o “carga”) de la energía de los días. Los árboles, los animales, los insectos, el frío, el calor, la luna etc., todo tiene cierta energía dependiendo de los días. Por lo tanto, un/a campesino/a que hace una buena lectura hermenéutica de su entorno puede decidir por ejemplo el tipo de semilla de maíz que sembrará, el mes o semana que es propio para ello, la posición en la que se encuentra la luna para ese fin, la intensidad del sereno o las corrientes del viento, entre muchas otras señales y signos, sobre todo si Yuum Lubcháak (temporada de lluvia) está a punto de llegar. El ritual maya o lo que en nuestra lengua llamamos u meeyjul Yuum iik’ va necesariamente ligado a una lectura atinada del clima que perciben los animales, pájaros e insectos como estímulos y tiene como propósito fundamental procurar salud a la casa/territorio y a sus habitantes. El padre/madre, creador/creadora del viento, de la energía, del ánimo y de las emociones es Yuum iik’, núcleo de la vida y fuente de la salud. Los Aj Meen tienen necesariamente un conocimiento amplio de Yuum iik’, con quien establecen una relación familiar y laboral y una convivencia permanente.  

 

Todos los ritos mayas de la Península de Yucatán son celebraciones para Yuum iik’, con Yuum iik’ y en Yuum iik’. El mediador es el Aj Meen, organizado colaborativamente con la familia, la comunidad o la región convocante. Aunque la mayoría de los ritos son agrícolas y se dividen en tres partes, hay otros ritos como el jéets méek’, el k’am nikte’, el mu’ujul o el kaaxan, que no son estrictamente agrícolas. El ch’a’acháak (“ir por la lluvia”) es uno de los ritos agrícolas más conocidos, porque se hace con frecuencia para convocar a la lluvia. Es un rito vistoso, emotivo, reverente, comunitario y con ánimo de espiritualidad, que no es lo mismo que santidad, sino equilibrio entre todas las expresiones de vida. El tsóol uk’ulil kool es el conjunto de los ritos domésticos que realizan las/os campesinas/os durante el desarrollo de su milpa. Finalmente está el tíich’ o bankunaj (“ofrenda” o “rito”), el ritual más florido y colorido, que consiste en un tipo de ofrenda de agradecimiento con énfasis en la convivencia y la celebración comunitaria o familiar por la cosecha que se ha logrado. Lo anterior está pensado e implementado para la salud de la casa, en la que se debe comer sano. Implica que la cosecha de milpa sea suficiente y se realice a tiempo, que se debe descansar un tiempo en el día y dormir suficiente en la noche, y que se debe procurar compartir la palabra, y conversar para informar, educar y renovar la memoria. Estas tres actividades son fundamentales para la salud de la casa y de quienes la habitan. No se trata de curar, sino de no enfermar y que el óol –que es un Yuum iik’– esté en perfecto equilibrio con el clima de la casa, celebrando por medio de los ritos la espiritualidad de la salud, que es la finalidad del tejido de tiempo, espacio, personas y del resto de la naturaleza. Si hay una milpa sana es porque el tiempo y el espacio están sanos. Los sonidos y los colores entonarán la melodía clásica o de origen para que la siembra y la cosecha sean abundantes y festivas. 

Haizel de la Cruz: "Improntas de la milpa"

El Xook K’iin maya es un tejido; es como una alfombra de petate, pero con elementos que son propios u originarios de la gran casa. Otras/os lo denominaron “códices”, como quienes hoy, a pesar de ser mayas, llevan nombres como Dresde, París y Madrid. Este códice es como una hamaca tejida con diferentes tipos de hilos donde se encuentran plantas, animales, pájaros, trabajo, fiestas, ritos, noche, día, oscuridad, luz, sonidos, colores, lluvia, sequía, frío, calor, rocío, humo, atardecer, amanecer. Es, por último, una epistemología con clave hermenéutica para una lectura apropiada, que nuestras/os abuelas/os más antiguas/os llamaban Tsolk’iin. (Tipo de calendario maya. Literalmente “conteo de días”.) No es posible separar a estos seres que le dan vida, pues sería como mutilarla, lastimarla o matarla. El ejemplo más vistoso o más evidente es la milpa, que aglutina a las demás o que es el corazón de esta lectura en clave o la clave de la lectura. En ella se escribe o inscribe la cultura maya, se imprime en la naturaleza y se interpreta solamente por quien ha sido y es parte de esa vida campesina, debido a las emociones y subjetividades creadas a lo largo de la vida como uno de los hilos del gran tejido. Por lo tanto, no se trata solamente de la interpretación de algunos bioindicadores y menos de los primeros días del año únicamente. El Tsolk’iin es maya y el Xook K’iin es sincrético, ecuménico, pluricultural e intercultural. Es una ventana en donde muchas culturas del mundo se encuentran y comparten lo fundamental. Sin embargo, en estos esfuerzos arqueológicos de la palabra es importante reencontrar algunas piezas hermenéuticas para una lectura más enriquecedora.    

 

Aunque hoy en día no es un instrumento generalizado en la sociedad, el Xook K’iin sigue siendo un referente en las comunidades campesinas que se mira y entiende como una interacción de la comunidad con el tiempo, y como una vivencia o una danza al compás de la armonía de la naturaleza. Lo cierto es que el Xook K’iin se ha debilitado mucho, debido a que la actividad productiva de la Península Maya está impactada por el capitalismo consumista y productivista que ha implosionado muchas comunidades que hoy son migrantes globales buscando un norte global para soñar.  

 

La relevancia del Xook K’iin en la Península Maya de Yucatán está ligada al campesinado y a las comunidades campesinas mayas que siguen en la lógica de la autosustentabilidad, es decir, en la producción de sus alimentos a través de la milpa. Estas han migrado a las grandes urbes, principalmente turísticas, para incorporarse al mercado laboral capitalista que se ofrece en los grandes hoteles, restaurantes o fábricas que producen mercancías en serie: eso que llaman industrial. Ya no se tiene muy en cuenta el Xook K’iin y menos el Tsolk’iin, que consiste en una observación y una vinculación con todos los signos que nos provee la naturaleza en cada una de las energías de los días que componen el año. La actividad productiva en la que se desempeñan como proletarias/os en los hoteles y restaurantes está desvinculada de la milpa. Entonces empiezan un proceso de enajenación, hasta que se olvidan del llanto del ts’uju’uy y de los colores de los frutos del ja’abin, o por lo menos dejan de ser sus observantes. Para las comunidades campesinas y milperas la relevancia consiste en los mensajes que manda la naturaleza sobre la calidad de la cosecha de la milpa que se puede conseguir en el año en curso. Esto es, la capacidad de leer las claves en los sonidos y colores, en el clima frío o caliente, en los rocíos de la mañana, en la aproximación e intensidad de la lluvia o en el alboroto de los insectos en la tarde. Estas señales no solo se dan en el clima del primer mes del año, sino en cada hora de cada día, semana y mes del año, hasta lograr una cosecha abundante para que la comunidad se organice para la gran celebración del tíich’, el bankunaj o la “primicia”, como la llaman en español. En realidad, el tíich’ no es equivalente epistemológicamente a un acto de agradecimiento cristiano, sino que se trata más bien de una celebración de la comida familiar realizada por personas de carne y hueso que han trascendido la materia, así como por animales, pájaros y por todo ser viviente. Por su parte, todos estos seres cuentan el tíich’ a quienes ahora viven en el bolontik’uj y el ooxlajajuntik’uj. 

 

Aunque el Xook K’iin es un sonido maya, probablemente no sea maya o por lo menos no como se conocía en el pueblo maya antes de la conquista. Al parecer este nombre surge en la colonia, debido a que el conocimiento o método de contar los primeros días del año como indicadores climáticos del comportamiento del resto de los meses es un saber de muchas otras culturas del mundo, incluida la europea. Así, este término parece ser resultado de un sincretismo que tampoco le hizo mucho ruido a la cultura maya peninsular y menos bajo la rudeza del control de la conquista y la colonización. Un término anterior similar a esta voz sincrética es Tsolk’iin. Esta voz es respaldada por la escritura antigua; por el calendario maya prehispánico. El Tsolk’iin se entiende como un estilo de vida y no como un método para contar el comportamiento climático del año a partir de los días de enero, como parece creerse con frecuencia. Es necesario hacer un estudio más profundo al respecto, pero las observaciones de nuestras/os abuelas/os revelan las características de un Tsolk’iin más que las de un Xook K’iin. De todas maneras, ya el aspecto lingüístico muestra sus alcances: el Xook K’iin se limita a contar o a enumerar, en tanto que el Tsolk’iin acomoda, ordena o reordena las cosas para crear algo nuevo. El Tsolk’iin es un saber originario, una epistemología del hacer comunitario y colaborativo para fortalecer el tejido, no solo entre los seres humanos sino en toda la gran casa maya. 

 

La cultura maya es una cultura del maíz que no puede entenderse ni existir desligada del medio ambiente. Es lo que nos dice el Popol Vuj, la palabra antigua de nuestros abuelos y abuelas. Pero es, además, lo que cada campesina/o experimenta y en lo que luego cree, y que se desprende de la vida que lo rodea. La cultura nació del seno de la milpa, del monte, de cada elemento y rostro que está presente en la tierra, el agua, el cielo, las nubes, el viento, la lluvia, el rocío, el amanecer, el atardecer, la noche, la luna, el sol, así como en cada uno de los hombres, mujeres y niñas/os que conforman la comunidad. Es importante remarcar que la comunidad no se compone solo de humanos: la comunidad está compuesta por todas las personas que habitan la casa, la casa grande, la casa peninsular, el Yuukalpeten, como al parecer la llamaban nuestros antepasados. No se puede entender el sentido que la cultura (miatsil o meyajtsil) tiene para las/os mayas sin la naturaleza o el medioambiente. Es más, si alguien lo pregunta así, puede generar risas por la obviedad: es que todo mundo, empezando por las niñas y niños, sabe que la una no puede ser sin la otra, pero que va más allá. Temas como la justicia, la organización, la familia, el sexo, el tiempo, las estrellas y todo lo demás, no se pueden entender por separado. 

 

En los últimos años, el Xook K’iin y principalmente el Tsolk’iin han sido amenazados en parte a través de la implementación de megaproyectos desarrollistas como son el monocultivo de miles de hectáreas de soya transgénica, de granjas porcícolas, de parques eólicos y fotovoltaicos, del turismo inmobiliario de alto impacto y del mal llamado Tren Maya. Estas actividades desarrollistas generan impactos ambientales de gran envergadura contra las comunidades mayas, en la casa grande, en el territorio maya peninsular. La selva está herida de muerte. En cada uno de los animales, pájaros y abejas que la habitan escurre la sangre que llega a las aguas de sus cenotes, a los surcos de su milpa. Producen un apagón en su memoria, en su historia y en su voz. Apenas resisten para que el fogón de su cocina mantenga fuego en el último trozo de leña. Esa es la esperanza y la luz. Ese fuego es su palabra y es nuestra voz que yace hoy entre las cenizas del fogón. 

Haizel de la Cruz: "Improntas de la milpa"

RESUMEN 

La Península Maya de Yucatán, principalmente a través de su campesinado, así como de las/os niñas/os y las comunidades en general vinculadas con el trabajo de la tierra por medio de la milpa, es observante peculiar del Xook K’iin. Su vida cotidiana es una interdependencia, o como dirían las/os estudiosas/os, es una intersubjetividad entre las comunidades mayas, el tiempo y el clima, es decir, la naturaleza. Sin embargo, actualmente no se usa el Tsolk’iin para definir este modo cultural de la vida maya. En realidad, es más bien ese conocimiento y experiencia de vinculación milenaria que la historia nos ha heredado. La milpa es el ente central de este segmento cultural y su razón de ser, debido a que es la actividad más relevante para la comunidad: es fuente de alimentación, de comida y bebida, de salud y alegría. En fin, de todo lo que implica la vida de la comunidad. Para poder lograr el éxito, es indispensable para la comunidad maya formar parte del tejido natural como uno de los hilos de la gran red de vida que se da a través de luces, sombras, colores, frío, calor, sonidos, formas y movilidades, entre otras expresiones de la gran hamaca de la vida. Los hombres y mujeres del maíz afirman que una comunidad es como una mazorca y que el territorio maya es como una milpa donde nacen los saberes o la epistemología de la vida, la cual se lee desde el Tsolk’iin o el Xook K’iin ecuménico, sincrético, pero que sigue siendo el aliento de Yuum iik’ en la casa grande del pueblo maya. 

La salud en el sentido amplio, es decir, no solo corporal sino también del óol, principalmente a nivel personal y comunitario, es una de las poderosas razones del Xook K’iin. Si la comunidad es capaz de vincularse o tejerse entre los hilos del tiempo y de su entorno en general, podrá lograr la armonía y el equilibrio que necesita para estar satisfecha y contar con el tino necesario para resolver con acierto los problemas físicos, emocionales, sociales, espirituales, económicos y otros que surjan. Más que el tiempo, para el Xook K’iin, el clima es el texto, es el códice, es la materia para la exégesis. Los animales, pájaros, insectos y peces responden al estímulo de la carga o energía que trae cada día. Así como nosotras/os intercalamos nuestro humor, los días también lo hacen y ello impacta en la vida de todo lo demás. Quienes tratan de entender esto desde la epistemología occidental llaman “bioindicadores” a ciertas reacciones del entorno. En realidad, son los Yuumtsil que ponen en marcha su reloj para que las/os campesinas/os, tras un ejercicio hermenéutico, lo apliquen a lo que corresponda.    

La comunidad maya peninsular no defiende solo el Xook K’iin, sino la casa grande, el territorio, la vida comunitaria. No puede defender solamente una parte, toda vez que su entorno es la totalidad de la alfombra de petate tejido. Si el territorio es arrebatado e impactado, con él se silencia la voz del pájaro, se apaga la luz de la luciérnaga y pierde la xunáankab (abeja melipona) su dulzura. 

 

Agradecimientos: Todas las imágenes de esta página han sido amablemente cedidas por Haizel de la Cruz